La galería Lucía Mendoza presenta desde el 19 de septiembre al 11 de noviembre la muestra Presente pluscuamperfecto, con la obra más reciente de Salustiano (Sevilla, 1965), un creador a contracorriente, que no se deja arrastrar por las modas, y asienta su quehacer en unos principios sólidos, férreos, consensuados consigo mismo, a pesar del paso del tiempo.
En Salustiano destacan los intensos y opresivos fondos que envuelven a sus figuras. Un rojo intenso, vivo y pasional y un negro penetrante, con ausencia absoluta de luz, símbolo de lo oscuro y lo enigmático. En un formado de tondo, se observa una composición equilibrada, cuidado en los detalles, especialmente en la vestimenta, y un rostro sereno, de mirada pícara. Pincelada minuciosa y escrupulosa, y un juego lumínico centrado en la fisonomía. Una obra con distintivo propio y un carácter mucho más contemporáneo, menos academicista dentro de la figuración.
En sus trabajos, el anhelo de perfección es el que ha guiado siempre a este autor, por lo que apuesta por la belleza, por la poesía, por la serenidad de sus escenas y por el elemento espiritual sublimado. La imposibilidad de alcanzarla frustra, pero también es una palanca para seguir avanzando en su consecución, pese a que el ideal sea imposible.
Todas las obras que se exhiben en esta muestra, han sido además realizadas en momentos similares, instantes en los que el artista es consciente de que algo extraordinario está sucediendo. Salustiano vuelve a hacer gala de sus elementos fetiche: las referencias a la cultura clásica (pero también las alusiones a la austeridad y el ensimismamiento de las corrientes orientales)
la devoción absoluta al retrato (generalmente, en figuras aisladas, pero cualquier excepción es buena para que se confirme la regla); la tendencia a los formatos circulares, también ovalados (sin discriminar los rectangulares más tradicionales), en esa convicción de que la perfección reside en este tipo de fórmulas geométricas.
Fiel a los fondos neutros, porque le gusta el absoluto, o, como el sevillano los define, los colores definitivos: el rojo, con su poder para trascender su propia condición de color y su valentía para transmitir sentimientos encontrados; de ausencia y absoluto a fuerza y perseverancia. No en vano, es el color de la sangre, también el de los elegidos.
El blanco, cuya presencia es definitiva en los dibujos, en comunión con la superficie del material, que es sinónimo de luz, de suma de todas las realidades cromáticas. Y el negro, al que cada vez acude con mayor valentía, con el reto de que la sensación que este color transmita no sea de miedo o pesimismo.
Quiero que mis cuadros con fondo negro posean una atmósfera de serenidad y paz. En este color negro donde viven sumergidas las figuras está ausente la tristeza, por eso todas ellas comparten una misma serena y expectante alegría, como prólogo de las cosas bellas de la vida. Salustiano transforma sus obras negras en puertas a amaneceres llenos de oportunidades.
Todo ello en pos de un nuevo humanismo, de un arte y una cultura que sitúen al ser humano en el centro del programa vital, pese a que sus pinturas parecen obras -como a él mismo a veces le gusta comparar- en las que la pintura es depositada sobre la superficie del soporte por una máquina o un ángel, realidades extracorpóreas a la acción del artista.
Si durante el Renacimiento hubo que arrancar al individuo del Teocentrismo, toca ahora darle entidad propia rescatándolo de un capitalismo que lo deshumaniza y lo convierte en una simple pieza de un engranaje, explica Salustiano. Es por eso que en sus cuadros el individuo es el centro del proyecto creativo. Solo entonces habremos alcanzado un futuro pluscuamperfecto.
LUCÍA MENDOZA GALERÍA DE ARTE
C/Bárbara de Braganza, 10
Madrid