PICASSO/PICABIA: LA PINTURA EN CUESTIÓN
Diálogos internos, Debates externos
Los grandes nombres de la Historia del Arte no conducen ya a críticas remarcables en cuanto a exposiciones de su obra se refieren. Los medios de comunicación se limitan a informar del evento, como en este caso, resaltando el por qué de la muestra y particularidades de la misma, gracias a la rueda de prensa y a las informaciones facilitadas por la comisaria.
Sin embargo, para los amantes del arte y los críticos en particular, no debe constituir una mera información, sino el hecho del aprendizaje continuo en la obra de unos artistas coetáneos en tiempo, pero dispares en cuanto a planteamientos artísticos y opiniones divergentes en otras temáticas.
Los datos técnicos de la exposición, como información simple y explicita, evidentemente son necesarios, por lo que se hace constar que Picasso/Picabia: la pintura en cuestión se trata de una muestra organizada en colaboración con el Musée Granet, Aix-en-Provence, con el apoyo excepcional del Musée national Picasso-París, y que ha sido comisariada por Aurélie Verdier, conservadora del Musée national d’Art Moderne Georges Pompidou y Pablo Jímenez Burillo, director del Área de Cultura de Fundación Mapfre.
Compuesta por más de 150 piezas, entre pinturas, dibujos, artes gráficas, cartas y fotografías, organizadas en torno a nueve secciones temáticas que permiten conocer los vínculos, reales e imaginados, así como los desencuentros que existieron entre ellos.
En la rueda de prensa del 10 de octubre, Jimenéz Burillo comentó que en la extraña relación de Pablo Picasso (1881-1973) y Francis Picabia (1879-1953), la ciudad de Barcelona en 1917 sirvió de nexo común para ambos creadores, al resultar una ciudad abierta a la Vanguardia, con claro predominio del Modernismo, y de un ambiente bohemio que se centro en la conocida taberna “Els quatre gats”. Esta muestra permite ver a un Picasso más gamberro y a un Picabia más formal – comentó el director del Área de Cultura.
En la ciudad condal, Picabia editó por primera vez la revista 391, en recuerdo de la 291 de Alfred Stieglitz, y en la que colaboraron Man Ray y Marcel Duchamp, dentro de un marco donde el Dadá era el núcleo central de la misma.
Por su parte, Aurélie Verdier, después de los agradecimientos de rigor, pasó a informar de los distintos ámbitos de que se compone la exposición, destacando que en muchas ocasiones se han establecido diálogos expositivos entre Picasso y otros artistas, pero es la primera vez que Picabia participa de los mismos.
No obstante la divergencia en sus conceptos artísticos, hubo entre ambos artistas cierta similitudes. Picasso nació en Málaga y Picabia, si bien francés, sus orígenes son cubanos. Ambos procedían de la burguesía, y aunque el malagueño demostró ser más contundente y crítico con sus tiempos, mirando hacia la izquierda política, el francés fue mucho más conservador y amante del nivel económico que poseía.
Amigos dentro de una cordial distancia, en realidad existía desconfianza y rivalidad entre ellos – el factor de la envidia y una cierta crítica por parte de Picabia hicieron mella en Picasso, que tampoco se quedó al margen de comentar aspectos poco positivos de la obra del francés – a pesar de haber pasado ciertas temporadas en el sur de Francia, ninguno se confiaba en el otro. Picasso fue mucho más provocador, siempre mantuvo una actitud muy cercana a la bohemia y su carácter era más impulsivo, aunque artísticamente nunca entró en las abstracción y siempre quedó fascinado por la figuración y como descomponerla. Picabia abrazó el Dadá y su filosofía y sí se atrevió y desarrolló la pintura abstracta, a través de varias tentativas.
Finalmente, otro de los puntos en común de ambos artistas fue el regreso en 1925 al clasicismo y el gusto por “la época de los monstruos”.
La muestra está dividida en 9 secciones: Cubismo; Hacia el objeto; Clasicismo y Maquinismo; Dadá: Vida y Muerte de la pintura; Españolas e Hispanidades; Decoración: Abstracción y Opticalidad; Monstruos y metamorfosis; Libertad o reacción y Finales de partida.
Con respecto al primer ámbito expositivo, el Cubismo de Picasso sin lugar a dudas es mucho más contundente y creativo, experimental y atrevido. Picabia sigue su senda, pero se aprecia un concepto menos arriesgado, que mantiene en sus trabajos, una composición más estructurada, apreciándose un plano figurativo más detallado, pero con tentativas innovadoras. Interesante en este aspecto destacar la obra En bodinant, donde se observa el conocimiento y admiración de la obra de Juan Gris, pero a través de una visión menos contundente, aunque apreciándose un buen uso de la perspectiva múltiple.
En lo referente a las secciones Hacia el objeto, y Clasicismo y Maquinismo Picasso es más experimental, tanto en materiales como en ideas. No se resiste en buscar la divergencia, sea en materiales como en plasticidad, y por supuesto, no obvia su sentido del desafío al espectador, dentro de un ambiente en que el surrealismo dominaba la innovación artística, pero en la que los elementos mecánicos empezaban a tomar posiciones dentro la sociedad.
Picabia, demuestra más “lógica” en la concepción de la obra. Le encanta la transformación, la adaptación de los objetos a figuras deseadas que se convierten nuevas creaciones, partiendo de elementos muy mecánicos, en los que se aprecia técnica moderna, y un movimiento vertiginoso, que recuerdan a otra de las vanguardias, aunque breve en el tiempo del siglo XIX: El futurismo.
No obstante, en ambos aun persisten tendencias clásicas especialmente en el retrato. Muy interesante resulta comprobar el realizado al músico Erik Satie. En el mismo se aprecia como Picasso, poseía un claro dominio de la figura, era mucho más preciso y no había olvidado las enseñanzas de su padre, lo que le permitía una experimentación con determinante base académica, mientras que Picabia era menos observador y detallista, aunque elegante y de trazo suelto. Ambos son excelentes dibujos y permiten “odiosas comparaciones”.
Los acontecimientos históricos también proporcionan la creación de movimientos artísticos. Dadá: Vida y muerte de la pintura proporciona un ámbito de reacción hacia los acontecimientos bélicos del momento (el movimiento surgió en Zurich en 1916). En dicho movimiento, Picabia se siente totalmente identificado y de hecho es uno de sus exponentes. Picasso, a pesar de ser invitado a algunas manifestaciones, no siente inclinación hacia el mismo y sigue experimentando otras tendencias y gamas cromáticas, lo que le proporciona respeto dentro de la comunicad artística. Sin embargo, sucumbe a algunas tentativas y se atreve con materiales poco ortodoxos dentro de la pintura, y continuar desafiando al espectador.
Españolas y Hispanidades presenta un tema común en la época: la admiración por lo español, por los toros y las manolas – nombre dado a las damas con peineta y mantilla,– las cuales fueron tema pictórico para Picasso, en su regreso al clasicismo, y en una insolente crítica de Picabia, a la pregunta de por qué todavía pintaba “españoladas” respondió: “¡Son todas falsas!”.
Pasado el tiempo, que sin lugar a dudas pone las cosas en su lugar, evidentemente el desprecio a esa obra, en la que la técnica aparentemente, no es tan depurada sino mucho más simple, estilizada, ligera, sin vehemencias, con rostros casi infantiles o de adolescente en Picabia, con la excepción de Espagnole a la Guitarre (1926-1927), y más contundente y explicita en Picasso, que se permite dibujar y dejar a medio pintar su Femme à la mantille, demostrando su creatividad y dominio técnico y en claras referencias a Ramon Casas y sus retratos de Julia Peraire, su musa y posterior esposa – recuérdese la vinculación de Picasso con “Els Quatre Gats” donde realizó su primera exposición.
Para ambos artistas, la tauromaquia y su entorno es una temática que ambos cultivan con fruición, y que puede apreciarse en varías de sus obras, tanto en su etapa cubista, como con posterioridad en los años 40 para Picabia y en los 50 para Picasso. El primero, con un sentido plenamente académico, centrándose en el color y en el equilibrio de la composición, donde la figura es perfectamente reconocible, mientras que el malagueño, en su afán de experimentar, y de mostrar más la emoción y el sentimiento de las corridas de toros – la violencia del picador, el miedo del torero y la indefensión del toro, todos en las mismas condiciones – más que la escena en sí, ya puede apreciarse un tratamiento mucho más suelto y atrevido, con nueva perspectiva.
No obstante lo mencionado sobre Picabia, no significa que la muestra no exhiba obras excepcionales de este autor. Al contrario, merecen destacarse entre otras: Barcelonne, una pieza realizada entre 1927/28 verdaderamente fascinante por la complejidad técnica empleada, jugando a placer con la figuración y el planteamiento cubista de diversas piezas artísticas de Barcelona, entre ellas el Pantocrator de Taüll.
Si bien en el apartado Decoración: Abstracción y Opticalidad, se observa en ambos pintores un interés por unas obras que visualmente capten la atención del espectador, sin mensaje concreto, sólo como meros objetos de creatividad y decoración. No simbolismo ni es necesario. Simplemente son piezas osadas, bien resueltas que no han perdido un ápice de modernidad, y que contempladas siguen jugando con el efecto óptico y con la imaginación del espectador, algo en lo que ambos artistas seguro apostaron.
Tal vez la sección más espectacular y que debe contemplarse con suma atención por los efectos psicológicos y de utilización del color sea Monstruos y Metamorfosis. El surrealismo infiel. Un conjunto de piezas que muestran el atractivo de las perversiones ocultas, en una sociedad todavía públicamente “puritana” en algunos aspectos. Picabia en este sentido es mucho más lanzado. No escatima en incitar e irritar al espectador en obras que recuerdan a Gustav Klimt, pero si en este se observa atrevimiento y elegancia, en Picabia, hay una carnalidad y libertinaje absolutos, tal como demuestra Le baiser, o Les Amoureaux (après la pluie).
Los monstruos picassianos, no son en absoluto comedidos, pero estéticamente son de un erotismo aparentemente refinado, pero que conlleva también un desenfreno masculino y una pasividad consentida a nivel femenino. En su obra también llamada Les Amoureaux de 1919, los detalles estéticos que envuelven la pieza, “entretienen” la mirada del espectador, dentro de una escenografía perfectamente planificada.
Libertad o Reacción. Los años 1930 y 1940. Si antes en el apartado Dadá: Vida y muerte de la pintura se ha hecho mención de la importancia de hechos históricos en el arte, en esta ocasión la II Guerra Mundial jugó un importante papel en ambos pintores, en los que la incomprensión y la reacción por el momento histórico hacen distorsionar las fisonomías en Picasso, que busca desesperadamente encontrar respuesta a través de rostros femeninos del por qué de la exacerbación del comportamiento humano con respecto a este conflicto bélico.
Picabia en este aspecto se muestra mucho más compungido, más agobiado. No puede evitar pintar semblantes femeninos, entresacados de imágenes de revistas, donde la violencia del color es la nota dominante. Critica, sin arrepentimiento su amoralidad, y se cuestiona la época calificándola de cataclismo.
Finales de partida termina el recorrido de esta exposición, con un reconocimiento por parte de pintores informalistas a Francis Picabia, entre ellos Georges Mathieu, Yves Klein, etc., mientras el homenajeado vuelve a la abstracción, experimentando con universos crípticos, monocromáticos, y nuevos materiales, que hacen pensar en un regreso al Dadá, pero como un pre-avance del minimalismo. Los puntos en un universo negro y agudas formas geométricas confieren a su obra un carácter fatídico, y como único camino, la nada, a pesar de la irrupción y la implantación de la abstracción.
Picasso, nunca abandonó la figuración, experimenta con la cerámica, plantea nuevos retos estéticos, y sigue una línea de innovación, en la que no duda de auto criticar su persona – una forma también de llamar la atención – y en reconocer como a pesar de su prestigio y cotización, no dejó nunca de admirar y reverenciar a los grandes maestros. Recordemos si no, las declaraciones realizadas a Giovanni Papini en el Libro Nero de 1952:
(…) Yo mismo, desde el Cubismo e incluso antes, he satisfecho a esos expertos y críticos dándoles todas las rarezas cambiantes que me pasaban por la cabeza, y cuanto menos me entendían, más me admiraban. En seguida me hice famoso divirtiéndome con todos esos juegos, disparates, rompecabezas, jeroglíficos y arabescos. Y para un pintor, la fama significa ventas, ganancias, fortuna y riqueza. Y hoy, como sabe usted, soy famosísimo y rico, pero cuando me quedo solo conmigo mismo, no tengo el valor de considerarme artista, en el sentido magnífico y antiguo de la palabra. Giotto, Tiziano y Rembrandt si fueron grandes pintores. Yo sólo soy alguien que entretiene al público porque ha comprendido los tiempos en que vive…
La muestra se complementa con un, como siempre, catalogo detallado e instructivo y con vitrinas cuyo contenido son publicaciones, fotografías y documentos relacionados con ambos artistas.
Una exposición densa y extensa, con predominio de mujeres y sus rostros – en el fondo ambos artistas grandes amantes de las féminas -, perfectamente equilibrada en sus contenidos, que permite conocer a Francis Picabia, no arrinconado del arte mundial, pero sí un gran desconocido para las nuevas generaciones, y recordar un Picasso lleno de imaginación pero también de conflictos personales. Ambas personalidades, como menciona Aurélie Verdier dentro del capítulo: La hora actual, Picasso-Picabia y al revés, y concretamente en el apartado “El movimiento perpetuo”: (…) Desnos analizaba en este artículo su capacidad de invención permanente hablando de unos “parajes vírgenes” que ellos sabían explotar mejor que otros. En realidad, ese “movimiento perpetuo” fue, probablemente, su única identidad perenne, la verdadera constante de su arte heterogéneo.
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