TOULOUSE LAUTREC Y EL ESPÍRITU DE MONTMATRE
EL REFLEJO DE LA AMARGA DIVERSIÓN
El París de finales del siglo XIX fue reflejo de esplendor artístico y creatividad a raudales. Un espíritu inflamado por deseos de cambio de actitud, modernidad en ciertas costumbres, y la evolución propia de la sociedad de entonces.
Peregrinación obligada para aprender y mostrar arte, en una época convulsa y revolucionaria en todos los sentidos: industrial, social, económico y artístico, fue la capital que gracias a Napoleón III y la reforma arquitectónica del barón Haussmann proyectó en la vieja Europa y la nueva América una imagen de modernidad y avances, que sin embargo, también escondía sombras de miseria y oscuridades de pobreza.
Los artistas de la época supieron reflejar diversión, placer, hedonismo a raudales, aunque muchos no estaban exentos de no participar en el mismo tono de ese teórico ambiente festivo.
Tal visión puedo contemplarse del 18 de octubre de 2018 hasta el pasado 20 de enero, gracias a Caixaforum y la muestra Toulouse Lautrec y el Espíritu de Montmatre, en la que el protagonista de la muestra, en realidad es el cebo para atraer a un público conocedor de tan peculiar figura artística, pero que en realidad se ofrece un muy destacable conjunto de sus coetáneos como: Vincent van Gogh, Édouard Manet, Louis Anquetin, Pierre Bonnard, Georges Bottini, Pablo Picasso, Maxime Dethomas ,Hermann-Paul, Henri-Gabriel Ibels, Charles Léandre, Louis Legrand, Charles Maurin, Henri Rivière, Théophile Alexandre Steinlen, Louis Valtat y Adolphe Willette.
Por supuesto, la exposición para nada es desdeñable, muy al contrario. Tal como indica la nota de prensa: Toulouse-Lautrec y el espíritu de Montmartre es una producción de la Obra Social ”la Caixa” sin precedentes en nuestro país, que reúne una colección extraordinaria de 345 obras entre pinturas, dibujos, grabados, esculturas, diarios, carteles, fotografías y distintos objetos de la época, como por ejemplo un teatro de sombras itinerante original.
La muestra ha sido posible gracias a la colaboración de decenas de museos y coleccionistas internacionales, así como a la labor curatorial del comisario Phillip Dennis Cate, quien, tal y como él mismo explica en el catálogo que acompaña la muestra, inició su investigación sobre el arte de Toulouse-Lautrec y su círculo a principios de los años setenta del siglo pasado.
Hay que señalar que el montaje de la misma es espléndido, como nos tiene acostumbrados Caixaforum. Una decoración de ambiente de cabaret de 1880, y aquí se hace indispensable hablar del Moulain Rouge, aunque fue le Chat Noir el iniciador de ese espíritu transgresor que manifiesta el título de la muestra, de Can Can, de espectáculo nocturno donde el Champagne hacía las delicias etílicas de los asistentes a tales salas, no precisamente de buena reputación, pero sí de gran renombre.
Una exposición EN ABSOLUTO apta para menores, puesto que la mayoría de obras expuestas, entre la sátira, lo burlesco, lo canallesco la indigencia, la mendicidad, la prostitución y los cabarets y locales de entretenimiento, no son precisamente los mejores elementos para instruir las mentes de nuestros jóvenes menores de 14 años.
No obstante, quien suscribe estás líneas, se vio inmersa en el momento de contemplar la muestra, de una continua visita guiada entre menores y mayores, que interrumpía la observación de obras, y obstruía la visita de la misma.
Y era importante observar las obras expuestas – dibujos, grabados, óleos carteles – con detenimiento, no sólo por su calidad artística, sino por el contexto social que representan, y también histórico, ya que nos sumerge en el París que, desde la Exposición Universal, se convirtió en un centro de atracción mundo al cual las clases sociales altas de los países europeos y americanos acudían.
Poco a poco fueron abriéndose camino las llamadas “revistas”, como género del espectáculo nocturno, en la última mitad del siglo XIX, como evolución de los antiguos cafés-cantantes y de los posteriores cafés-concierto. Y finalmente, como tantas otras costumbres sociales, desde Londres llegó a París la exitosa fórmula del music-hall conocida popularmente como cabaret, con presencia importante del componente erótico, a lo que debería añadirse lo extravagante y lo burlesco.
Sirva como ejemplo el día a día de las mujeres de clase obrera. Al igual que las maestras o las dependientas, una trabajadora de la industria de la moda cobraba entre 1860 y 1880 unos 500 francos al año. Gastaba unos 100 francos en alquiler; 112,50 en ropa y 36 en calefacción y luz. Le quedaban 251,50 francos para la alimentación, es decir 69 céntimos al día. Por eso, muchas chicas se limitaban a comer pan y beber leche. La anemia y la tuberculosis eran sus consecuencias.
Dado que no había seguridad social, la enfermedad, el paro y el embarazo tiraban por tierra ese presupuesto. Era prácticamente imposible que una mujer pudiera mantener una familia con su trabajo manual, por lo que la prostitución constituía a menudo una necesidad económica.
No obstante lo comentado, como simple pincelada de la sociedad de entonces, la otra vertiente del París de finales del siglo XIX, siguiendo nuevamente la nota de prensa: En un período relativamente breve, Montmartre se transformó en el centro literario y artístico de París. A finales de siglo, ya existían más de cuarenta locales de entretenimiento: cabarés, cafés concierto, salas de baile, music-halls, teatros, circos, etc. Con el tiempo, este ambiente cultural y lúdico terminó siendo comercializado por sus propios creadores, hasta el punto de que, irónicamente, la bohemia se convirtió en una gran atracción turística internacional.
Montmartre era radical, anti-establishment y anti-burgués por definición. Lejos de los espacios tradicionales, los artistas, intérpretes, poetas y escritores presentaban sus obras en cabarés, cafés concierto, circos, teatros experimentales, en la calle (carteles y procesiones) y en libros y revistas populares.
Como es de menester en una exposición de estas características, la misma está estructurada en nueve ámbitos, Se inicia mostrando los paisajes de Montmartre; prosigue con una sección sobre el cabaré Le Chat Noir —centrándose especialmente en el teatro de sombras y el grupo de Las Artes Incoherentes, que preludia el movimiento dadá—, la prensa, los carteles y la relación del arte con los procedimientos de reproducción seriada y la comunicación de masas, y acaba con la vida nocturna, los espectáculos, el circo y la imagen de la mujer.
Interesante destacar el inicio de la muestra con El Bosque sagrado, un óleo sobre lienzo de 1884 que permite destacar la técnica y la destreza de Lautrec, dentro de cánones clásicos, y en la que amigos, poetas rompen la peculiar armonía del ambiente de los dioses griegos de Puvis de Chavanes.
Se suceden obras de carácter satírico y sarcástico, con buenas dosis de crueldad, (Jean Veber: Batalla de señoras y La Carnicería) entre una pieza como Desamparados de 1883, realizada por Fernand Pelez. El contraste de lo mencionado anteriormente.
Pero la diversión impera y la abertura del cabaret Le chat noir, fundado por un artista frustrado como Rodolphe Salís, las singulares exposiciones de Les Arts Incoherents, llega a su máxima representación gatuna con la obra de Theophile Alexandre Steilen: La apoteosis de los gatos de 1885. Una pieza con gran sentido del humor, que clama por la nocturnidad de unos gatos que realmente representan el esplendor de la bohemia artística.
Carteles, y dibujos se suceden de diversos creadores, siempre en tono festivo y burlón, hasta llegar al teatro de sombras chinescas, de las que la muestra exhibe unos ejemplos de Henrie Riveire, en principio atribuidos.
Fue importante la aparición de una prensa tipográfica para imprimir ilustraciones fotomecánicas en blanco y negro, lo que fue esencial para la difusión de los diversos acontecimientos que hicieron de París el polo de atracción de números artistas y bohemios del mundo occidental, a través de una obra atrevida en la composición y en el planteamiento estético, que en ocasiones recuerda al tremendismo goyesco, desde una perspectiva de finales del XIX, mezclándose con la caricatura, la exageración, dentro de una desbordante imaginación.
Lo extravagante, lo irreal y fantasioso se daban cita en un ambiente que pretendía olvidar una realidad demasiado apesadumbrada. No había idealización femenina, se huía del Realismo y el Modernismo con el que se convivía, a través de la crítica y el sarcasmo chocante dentro de entornos sórdidos, extraídos de cabarets y casas de alterne. Un erotismo desmesurado, proliferaba por doquier, siendo la mujer “de vida alegre”, pero de triste existencia, objeto sexual por excelencia, de caballeros acomodados, burgueses altaneros y aristócratas venidos a menos, pero aun considerados.
Una muestra, artística, donde se ha tenido la oportunidad de ver reconocidas obras de Toulouse Lautrec como Le divan japonais o el archiconocido Moulain Rouge – La Gouloule de 1891, o los dibujos dedicados a Shacha Guitry, y algunas piezas también de gran interés, todo el conjunto acompañado por la inolvidable canción Its April again perteneciente al filme Moulin Rouge, escrito y dirigido en de 1952, por John Huston, y protagonizado por José Ferrer – de memorable interpretación - Zsa Zsa Gabor, Suzanne Flon, etc., y basado está basada en la novela homónima de Pierre La Mure. En la cartelería correspondiente a esta canción – en esta ocasión cantada por Juliette Greco – se omitió esta información.
La innovación estilística de muchos de sus carteles, y la inspiración que supuso para muchos de sus coetáneos y quienes venían de otros países, marcó un hito que ha perdurado hasta nuestros días, hasta tal punto que esta muestra ha llamado poderosamente la atención del gran público.
La exposición, extensa, compleja, con gran cantidad de obra, tal vez incluso demasiada, pero es comprensible puesto que se dan cita numerosos artistas de la época, como Juan Gris, y a la que acompaña un siempre muy cuidado e ilustrativo catálogo.
CAIXAFORUM BARCELONA
Avda. de Francesc Ferrer i Guardia, 6-8
Barcelona