FRANCISCO GIRAL
La Ciudadela de Jaca presenta hasta el próximo 3 de septiembre en el Salón Panadería una muestra de arte figurativo con 35 piezas de Francisco Giral.
La obra de Francisco Giral está directamente enmarcada en la pintura ecuestre, una especialidad más recordada en España en el entorno castrense – no olvidemos las figuras del siglo XIX de Josep Cusachs o Víctor Morell -, aunque tampoco hay que dejar de lado el Romanticismo del mismo siglo; el autorretrato de Ricardo Balaca en el Museo del Prado es un ejemplo.
No obstante, los británicos en este aspecto, y especialmente en la caza han sido quienes han dado mayor profusión a la pintura ecuestre: James Lynwood Palmer, Alfred James Munnings o John Charlton entre muchos otros. Pero hay también un caso curioso: el de George Stubbs, uno de los más experimentados pintores que se dedicó a estudiar su anatomía. Ello influyó en la medicina veterinaria ya que permitió tener más conocimientos para cuidar de los caballos.
Por lo mencionado, temáticamente no deja de sorprender, en el siglo XXI, la obra de Francisco Giral, (fallecido en 2018), toda ella realizada en óleo sobre lienzo, siendo esta muestra un homenaje póstumo por parte de su familia a su intensa labor pictórica, cumpliendo así uno de los deseos del artista.
Funcionario, delineante de profesión, la formación artística de Giral fue autodidacta. Su amor y su curiosidad le permitieron a lo largo de su carrera analizar, profundizar y expresar con precisión, elegancia, conocimiento la belleza del caballo, su porte, su sufrimiento y su nobleza.
En el análisis de su obra, se observa con satisfacción que atiende con honestidad, personalidad, talento y displicencia todo ejercicio que lleva al lienzo a expresar el dinamismo, la soltura, la prestancia y el movimiento de los músculos de los equinos, prestando mucha más atención al animal que al jinete que, en diversos trabajos, domina sin rostro, atrapando la atención del espectador solo al cuerpo al equino. El color, el dibujo, la fidelidad, el detalle quedan perfectamente definidos y escenificados, sabiendo interpretar lo que sus ojos observan volcándose fielmente a las ansias de captar y describir al equino.
Según relata su hijo, David Giral en el periódico “El Pírineo Aragonés”: “Con el tiempo, tuvo la suerte de comprarse un caballo”, que hizo que estuviera “todavía más enamorado de la hípica”, y solía frecuentar las carreras y pruebas que se organizaban en los clubs de hípica de Zaragoza.
A lo largo de la historia, el caballo ha inspirado libros, pinturas y por supuesto películas. La obra de Francisco Giral comparte los mismos posicionamientos que envuelven a todas las artes; unos aspectos que suministran forma y composición hacia una temática de extraordinaria belleza y sensibilidad, e insistimos, muy poco frecuente en la actualidad.