ANALOGÍA ENTRE ARMAS DE FUEGO Y CÁMARAS FOTOGRÁFICAS
El lector habitual de Cuadros de una Exposición, en su versió.com, y ahora .es, es conocedor de mi “debilidad” por la colección de Arte Contemporáneo de la Caixa, y por el proyecto Comisart, ya que ambos me permiten explayarme a gusto, despotricando a placer del horror de obras que componen la colección, pagada con el dinero de los impositores, y de las distintas exposiciones que la caridad de D. Isidro permite a jóvenes comisarios emergentes, que en la mayoría de casos se van a quedar flotando, sin llegar la tierra firme del comisariado expositivo.
No obstante, de tarde en tarde, Comisart da alguna sorpresa que, a través de una planteamiento expositivo curioso, inteligente y que permite la reflexión. Tal fue el caso de Contratiempos, en la que el joven Sabel Gavaldon (Barcelona, 1985) se interrogaba sobre el control del tiempo en la sociedad actual y presenta el trabajo de artistas que reflexionan sobre el uso del tiempo mediante distintas alternativas, ya sean utopías creativas o denuncias de los mecanismos que condicionan la libertad de las personas. Una muestra en la que las percepciones, en tiempo, en control de vida y tiempo de muerte, éste último sólo percibido a nivel de subsistencia vital, fueron perfectamente captadas por el conjunto de obras que se exhibieron.
Étienne Jules Marey: aparato que con las dimensiones de un fusil de caza
Comisariada por Ada Sbriccoli y Arola Valls reúnen veintitrés obras de la Colección «la Caixa» de Arte Contemporáneo, de la Colección MACBA y de la Colección Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que examinan la relación entre la caza, la guerra, las armas de fuego, la violencia y la fotografía, desde una perspectiva amplia que incluye instalaciones, videoinstalaciones, fotografías y pinturas, tomando como punto de partida a Étienne Jules Marey (1930/04) – científico francés obsesionado por las imágenes y el tiempo que registró las diferentes fases del movimiento de pájaros, caballos y hombres.
Unas imágenes sobre Étienne Jules Marey mostrando un aparato que con las dimensiones de un fusil de caza le permitió fotografiar doce veces por segundo el objeto al que apuntaba son el origen de esta singular muestra-instalación. Un elemento que sorprende y que en realidad permite percibir al espectador el hecho de disparar desde una perspectiva pacifica, pero también ávida de dominio y posesión, de gozar el momento capturándolo en una fotografía.
El recorrido continua con unas fotografías obtenidas por cámaras incorporadas en los misiles que fueron utilizados en la Guerra de Irak, y de las que Harum Farocki presenta un video a doble canal de 25 minutos de duración. En esta ocasión, la fotografía va intrínsecamente unida al arma, casi como un instrumento de muerte.
María Bleda y José María Rosa con sus Campos de batalla presentan unas imágenes dulces, plácidas, tranquilas de un paisajismo de contemplación y que convida incluso a la meditación, pero que en un momento determinado constituyeron escenarios bélicos, donde la brutalidad, las armas de fuego, la irracionalidad y la violencia se dieron cita en esos bucólicos paisajes que albergaron y contemplaron el odio y la desdicha de muchos seres humanos, que no se conocían, para beneficio de gentes que sí se conocían pero que no se mataban, según manifestó en su momento el escritor y filósofo Paul Valery. En esta ocasión el disparo de la cámara oculta a través de hermosos panoramas, el de las armas.
Simeón Saiz Ruiz con su J’est un je nos introduce en el final del siglo XX y la guerra de los Balcanes. Mediante la reproducción pictórica de fotografías de la guerra de los Balcanes extraídas de la prensa o de noticiarios televisivos, Saiz Ruiz extirpa la imagen de la lógica de la economía de prensa y la presenta al espectador distorsionada, pero beligerante, vehemente y dominante, sobre una población civil, que simplemente representa daños colaterales, sin importar a nadie. La distorsión de imágenes bélicas produce extrañeza al espectador que le cuesta discernir la acción que representa, pero que entiende que está delante de una situación conflictiva.
En realidad, la pixelación de imágenes es una forma potente y veraz de demostrar el efecto de los disparos sobre las víctimas de la guerra, debido a que estamos demasiados acostumbrados debido a los medios al dramatismo de las escenas directas.
Un panorama árido y desértico donde extrañas figuras configuran un paisaje desolado pero también extraño, como si de otro planeta se tratase. Las secuelas de la guerra en imágenes, abordadas desde sus consecuencias permiten captar el efecto del armamento utilizado sin ningún elemento adicional. Soledad y vacío existencial.
Una muestra-instalación que ofrece una perspectiva de creatividad en la que se invita al espectador a no ser indiferente, aunque a pesar de los carteles y las explicaciones, la insensibilidad por desconocimiento de los visitantes. Hay que reconocer que los que somos del oficio, podemos apreciar la idea de la muestra, no exenta de cierto esnobismo hacia una gran mayoría que no se identifica con la misma.
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