EL IMPULSO DEL COLOR EN EL ARTE CONTEMPORÁNEO
La complejidad de estilos, materiales, técnicas y formas que el arte propone en la actualidad, puede proporcionar obras de una calidad desbordante, si quien los emplea los mismos, dispone de conocimientos académicos de arte clásico, y, por lo tanto, comprende la textura del color, la matización de las formas y es versátil en el uso de materiales, conociéndolos en profundidad.
Con la muestra “Cromatismes” que finalizó hace unos días, la galeria Jordi Pascual reunió una docena de obras donde, como su nombre indica, el protagonista es el color, sobreponiéndose éste al dibujo y a la forma.
Discrepo, en parte, de tal afirmación, porque si bien es cierto que la paleta es dominante, sin las formas sólo expresa manchas, y aunque algunas de las piezas sean puramente abstractas, y por lo tanto, el imperio del color es absoluto, el hecho de la existencia de goteos, de geometría, de pinceladas, grosores y utilización de materiales diversos, implica que el espectador no puede quedarse sólo con el reflejo óptico del cromatismo, sino que debe sumergirse en el juego intelectual que la muestra propone, a través de obras de Antoni Clavé – artista fetiche de la galería – Juan Uslé, Antonio Saura, Esteban Vicente, Manolo Valdés, Luis Feito y también no podía faltar Miquel Barceló, Pablo Palazuelo y Antoni Tàpies.
La selección y colocación de obras ha sido meditada con cuidado, ya que el visitante debe dejarse inducir por el color en todas sus expresiones. La anárquica intensidad de Luis Feito con su obra Nº 396 de 1962, en contraste con la simbólica uniformidad del azul, y la desigualdad del amarillo de Juan Uslé y su Sin Titulo de 1997, en donde se puede apreciar la curiosidad del pincel empleado.
Las distintas tonalidades de negro, realizadas con espátula de la obra de Antonio Saura: Perro de Goya de 1994 en contraposición a la pasión desbordante y la intensidad fulgurante de Ankos en rouge et noir de Antoni Clavé (1986).
La ilusión óptica constante de Victor Vasarely y: Ujain-Gris, 1955-73, en contraposición a la experimentación de Esteban Vicente con su Copla, fechada en 1995 en la que se aprecian las interacciones de campos de color, y su disposición dinámica sobre el lienzo.
Quizás Pablo Palazuelo sea el “menos” cromático de todos los artistas, ya que su obra es de una sinuosa geometría de formas circunflejas, dentro de un elegante contexto, (Circinio IV del año 2002) mientras que Miquel Barceló con su 7 etàgeres de 1997, realizado en técnica mixta, basa su cromatismo en la materia utilizada, siendo esta quien domina la obra, ya que presenta mayor versatilidad de texturas.
Tal vez, la menos interesante de todas las piezas sea la de Joan Hernández Pijuan: Camp daurat III del año 2000. Una pieza de plasmación completamente superada, ya en el mismo año de creación pero que dentro de la muestra sabe equilibrar la gama cromática con el rojo pasión de Bosco Sodi y Sin título de 2009, donde la textura marca la intensidad del color, tal como puede comprobarse en el cartel-programa de mano de la muestra.
Para finalizar, Antoni Tàpies y: Parpella sobre negre de 1985, donde el informalismo matérico se manifiesta a placer, en una pieza que huye de su lenguaje habitual, para entrar en la contradicción entre pintura y materiales, que el espectador puede resolver a su libre albedrio.
Una muestra interesante en lo que se refiere a la Vanguardia española, dejando para el final a Antonio Valdés con su obra Matisse como pretexto, la única obra donde se aprecia una velada figuración, concretamente un desnudo femenino, en la que el color convive en armonía con la materia, reivindicando a su vez la vehemencia del dibujo. En conjunto, para los amantes del arte, los coleccionistas y compradores, representa toda una lección de historia del arte.
Galeria Jordi Pascual
C/ Consell de Cent, 317
Barcelona
www.galeriajordipascual.net
