SALA DALMAU – Barcelona – TORRES GARCÍA

45 ANIVERSARIO CON UNA ESCOGIDA ANTOLÓGICA DE JOAQUÍN TORRES GARCÍA

Celebrar 45 años de galerismo en una época como la actual, donde la incertidumbre empresarial y comercial es la más evidente de las certezas, merece de por sí un reconocimiento por la firmeza, perseverancia y por supuesto valentía, en un entorno cultural y a la vez mercantil como el arte. Sala Dalmau lo demuestra, y con el mismo afán de celebración y entereza, exhibe en Barcelona hasta finales del mes de octubre, una antológica de Joaquín Torres García en el 150 aniversario de su nacimiento.

Ambas efemérides se dan de la mano en una muestra excepcional, por contar con obras procedentes de colecciones privadas, expresamente solicitadas para tal evento – y algunos de cuyos prestadores los adquirieron en la misma galería -  permiten al espectador y al amante del arte apreciar la evolución de Joaquín Torres García (Montevideo, Uruguay 1874 – 1949). Un artista que merece un puesto de honor en la historia del arte contemporáneo, y a excepción de Uruguay, del conocimiento de algunos expertos y coleccionistas, y de la exposición que en 2015 le dedicó el MoMA de Nueva York, o en 2016 la Fundación Telefónica conjuntamente con el Museo de Málaga, pasa bastante desapercibido como uno de los grandes creadores y pioneros del arte abstracto.

De Uruguay regresó con su familia a España, estableciéndose  en Mataró, por ser la ciudad de nacimiento de su padre, más tarde a Barcelona – donde residiría durante 25 años siendo una muestra el Palau de la Generalitat y los murales realizados entre 1912 y 1918, - pasando a continuación por París donde su fe y su fuerza creativa cautivaron a los mejores espíritus franceses que lo trataron, volviendo con posterioridad a su tierra, Uruguay y a la capital del país.

J.F. Ràfols en su “Historia del Arte” lo califica su pintura como: “espontánea y llena de frescura, tiene siempre contenga o no referencias figurativas, una sólida estructura”.

Y en esta exposición de la Sala Dalmau puede apreciarse esa solidez, evolucionando de un clasicismo esquemático y mediterráneo hacia un estructuralismo tipo Mondrain, que luego formaría parte del desarrollo con propiedad de su arte: el constructivismo, surgido como un movimiento revolucionario en Rusia a principios del siglo XX, buscando integrar la praxis artística con los aspectos prácticos de la vida moderna.

Indica Pere Tió i Casas, historiador especializado en el arte de los siglos XIX y XX,  en su artículo publicado en el número 118 de los “Fulls” del Museu Arxiu  de Santa Maria de Mataró, editado en abril de 2017 que prácticamente desde su aprendizaje en la Llotja i la Academia Baixas: “Joaquín Torres García se inclinaba fuertemente a argumentar su pintura, a teorizar y polemizar sobre las cuestiones artísticas a través de artículos publicados en prensa, con los libros y manifiestos las conferencias que pronunciaba o las discusiones que sostenía…”

Ello permite entender a la perfección no sólo el sentimiento vital que el arte significaba para Torres García sino su perfeccionamiento en el mismo. Comenta Pere Tió: “Fue ayudante de Gaudí, pintaba carteles y realizaba dibujos al estilo de Ramon Casas  y Toulouse Lautrec, pero después de conocer a Puvis de Chavannes, -  maestro también de Santiago Rusiñol -  y de profundizar en los escritos  - y el conocimiento del obispo y filósofo catalán Josep Torres i Bages - , se decantó por una estética Novecentista a la cual contribuyó con una nueva formulación y con su producción plástica”.

Del periodo novecentista puede contemplarse a la entrada de la sala, a mano derecha obras como: “Mujer sentada al borde de una fuente”. c.1910;  “Figuras bajo el álamo”. 1916. “Paisaje.”1900. “Retrato Manolita Piña”.1912 y  Paisaje de la Mediterránea,”  1920.

En estas piezas puede observarse cierta inspiración simbolista, especialmente en la mitología, la historia y la literatura. Son obras en las que se respira una extraña calma y quietud, un silencio agradable. Sueños y visiones más allá del tiempo y el espacio. ”. Todo un alegato a favor de la Arcadia griega, base inspiradora para los Noucentistas.

La exposición continua con una curiosa vista de Barcelona de 1918 en la que si bien existe un urbanismo definido, empieza a fraguarse el que sería ya su estilo propio, enfocado también a la juguetería, tal como puede comprobarse en el “Boceto abacedario Aladdin Toys” de 1922.

Interesante resulta destacar los distintos bodegones que, realizados entre 1927 y 1943, exhiben desde el lógico academicismo hasta la extraña expresión de elementos relacionados con la alimentación, sin apenas ningún producto comestible, dentro de un orden constructivista en el que los nombres dados a las obras – procedentes de la catalogación de las mismas -  también tiene mucho que ver: desde naturaleza muerta, pasando por la composición y la denominación de bodegón.

También se hace necesario comentar la gama cromática utilizada a lo largo de su evolución pictórica. Desde la austeridad de tonos oscuros – negros y marrones – en los inicios de su fase constructivista hasta “Locomotora y aserradero” o “Composición universal” ambos con claras connotaciones mondrianescas, debido a su relación artística con Piet Mondrian, y la experimentación que supuso el trabajo entre ambos. Pincelada siempre firme y segura, sin titubeos, de inspiración fave, especialmente en los contornos de algunos trabajos.

De entre todas las obras exhibidas “El novio”, realizado en 1931 contrasta con el conjunto. Se aprecia una cierta ironía en la plasmación de la obra, y en la que a pesar de tratarse de una figura humana, la esquematización geométrica se encuentra presente.

Los dibujos de formas animistas en distintos soportes: lápiz o acuarela sobre papel, así como algunos juguetes situados en el aparador de la galería  - el objetivo de Torres García  era convertir el juego de los niños en actividades elevadas, educativas  que podrían contribuir al desarrollo de una sociedad mejor -  surgidos de bloques abstractos, geométricos y ensamblables, son en espíritu el fundamento pedagógico y didáctico del arte, que siempre reivindicó Joaquín Torres García.

Y esa esencia educativa queda manifiesta por parte de Sala Dalmau y su directora Mariana Draper, algo que Juan Manuel Bonet, invitado exprofeso,  quiso enfatizar el día de la inauguración de la muestra,

(…) Es bonito en este caso que,  además de presentar obras del fondo, es decir, en venta, se haya querido homenajear al coleccionismo barcelonés, volviendo a exponer algunas piezas torresgarciescas compradas a la galería por algunos de esos proud possessors.

Una muestra indispensable para comprender no sólo a Torres García, ese diestro que como Paul Klee, pintaba con la mano izquierda, siempre extemporáneo, y no dejando de esbozar perennemente un proyecto moderno,  y su imprescindible presencia y reconocimiento en el mundo del arte, sino el auténtico significado del galerismo, que sin huir de su actividad mercantil, proporciona conocimiento y amor al Arte, hecho probado por los catálogos y folletos que pone de for gratuita a disposición del público.

SALA DALMAU
C/ Consell de Cent, 349
Barcelona
https://www.saladalmau.com/