UNA MIRADA SUGESTIVA A LA TRADICIÓN
En la segunda década del siglo XXI, China invade Occidente en casi todos los aspectos, desde un Oriente lejano en la distancia, pero cercano por los medios de comunicación, redes sociales y transporte actuales. Sin embargo, Japón posee el mágico atractivo de los rituales, códigos de honor y de la ceremoniosa fascinación del cuidado y belleza de sus damas de corte o concubinas, y nunca deja de sorprender extraño magnetismo entre la rabiosa innovación tecnológica, el poderío económico que llego a ostentar entre los años 70 y 90 del siglo XX, y la conservación de sus más arcaicas tradiciones.
El Palau Martorell de Barcelona ofrece al visitante un viaje al embrujo y atracción de ese distante en el tiempo, extremo oriente, presentando desde el pasado 10 de mayo y hasta el próximo 8 de septiembre una muestra con grabados y xilografías del siglo XIX, que retrataban usos y costumbres de antiguas eras, vigentes en la mencionada centuria: Geisha & Samurai. Memorias del japón
¿Por qué nos resulta tan sugerente Japón?
La respuesta tiene que ver precisamente con los años del 1800, y concretamente a partir de 1868, cuando se produce en el país nipón la revolución Meiji (Era del culto a las reglas) y se inició el gobierno del Mutsuhito, dando con ello fin a 250 años del shogunato Tokugawa. Un país demasiado encerrado en sí mismo, empobrecido, económicamente débil y con graves problemas internos, inicia una expansión fuera de su territorio.
Aunque en 1858, Japón firmó los Cinco tratados de Amistad y Comercio con Estados Unidos, Rusia, Francia, Países Bajos y Reino Unido, el nuevo emperador Mutsuhito emprende importantes reformas legales tendentes a equiparar la sociedad japonesa con la europea, inspirándose para ello en la Prusia liberal del Káiser Guillermo I. Y entre esas reformas está en la participación de su país en las más importantes Ferias Internacionales de la época: París, Londres, Roma, Barcelona acogen el exotismo y la belleza sin igual del país del sol naciente. Nació el Japonismo.
Los artistas europeos empezaron a descubrir el arte japonés, prácticamente olvidado hasta entonces, como una fuente de inspiración y renovación estética muy atractiva, interesándose también los artistas japoneses por el arte europeo.
Nombres de insignes dibujantes y grabadores como Utagawa Kunasida, Keisei Eisen, Katsushika Hokusai, Utagawa Hiroshige, Shôtei Hokuju o Utagawa
Kuniyoshi dieron a conocer a la sociedad europea una galería de personajes, por donde transitan guerreros heroicos y damas tristes, cortesanos ambiciosos y bonzos ascetas, plebeyos y emperadores, constituyendo la más importante fuente de temas literarios para singulares expresiones artísticas, que saben relatar con viveza la aparición de la clase guerrera de los samuráis y su violenta irrupción en la política del país, evocándose además con nostalgia la vida cortesana y elegante de la capital, junto con paisajes incomparables o mares embravecidos.
Con el nombre de Utagawa, se da a conocer una de las más importantes escuelas que se desarrolló en Japón durante el Período Edo (1603-1868). Pertenece al género de pintura en grabado ukiyo-e, El género ukiyo-e («estampas del mundo que fluye») destacó por la representación de tipos y escenas populares, tal como puede apreciarse en esta muestra, así como tal como se menciona en algunas cartelas, personajes y escenas del Heike Monogatari (El cantar de Heike), libro emblemático de la literatura japonesa.
Siguiendo los parámetros de la nota de prensa: Geisha/Samurái. Memorias de Japón ofrece un panorama completo sobre la vida japonesa del siglo XIX a través de la exhibición de importantes ejemplares de los grabados ukiyo-e, fotografías de época y de objetos como armaduras de samuráis y kimonos.
Comisariada por Ferrán López Alagarda, presidente de la Federación Española de Anticuarios, se han seleccionado más de 200 piezas distribuidas en seis secciones: Teatro; Geisha; Shunga – las imágenes de la primavera; Netsuke, Kakemono y fotografías de la época; Cultura de guerra y Samuraís.
En la muestra, donde es comprensible una iluminación en penumbra, que lamentablemente no permite leer con comodidad las cartelas que acompañan a las distintas piezas exhibidas, puede apreciarse el arte japonés, en consonancia con el espíritu de los bushi (guerreros), determinado el concepto de esa ruda vida militar, expresión de fuerza masculina, con la elegancia y sofisticación de las Geishas, y todos los elementos de cosmética y belleza que las rodeaban, sin obviar la
admiración por las cortesanas y el poder que ostentaban, destacando también la amplitud del erotismo en distintas variables, específicamente abordado en la sección Shunga; damas nobles, damas de compañía, concubinas, disfrutaban de las «imágenes de la primavera», que también satisfacían la visión hedonista de hombres solitarios, soldados y sirvientes, así como nobles y señores feudales, incapaces en su mayoría de relacionarse con mujeres.
Los elegantes y vistosos kimonos, las máscaras del teatro kabuki, los llamativos abanicos, los álbumes de foto nacarados, las complejas armaduras de los guerreros forman parte de una cultura civil muy particular que en su día fascinó a Occidente.
Si bien las técnicas de impresión xilográfica ya se conocían desde antes de la época Edo (1603-1868), actual Tokio, fue en el siglo XIX y con la expansión propiciada por la Era Mieji, que Occidente pudo conocer un sentido artístico extraño y a la vez insinuante y provocador.
Las xilografías y grabados expuestos basan sus temáticas en las cualidades sugestivas, no en las sensibles. No son perfectas, sino que pretenden expresar una cualidad que lleve a la totalidad, captando lo esencial, dando un sentido trascendente, más inmaterial que los conceptos aplicados en Occidente, aunque se observen escenas una tanto abigarradas y densas en su colorido, y de temáticas que oscilan entre la cotidianidad y los más ocultas delectaciones.
Importante destacar la singular vitrina plagada de Netsukes, unas pequeñas esculturas en miniatura que cumplían una función práctica (los dos caracteres japoneses ne+tsuke significan «raíz» y «fijar»). Las vestimentas tradicionales japonesas
denominadas kosode y kimono—no tenían bolsillos, de modo que se necesitaba disponer de algún medio para guardar elementos personales como pipas, tabaco,
dinero, sellos o medicinas. En la actualidad hay verdadera pasión coleccionista por estas delicadas y prácticas piezas, y que, representan personajes, divinidades y animales tallados en tres dimensiones.
A través de esta muestra, el espectador puede apreciar la visión nipona del placer, la fantasía, los paisajes y las costumbres niponas, inmortalizados en estampas multicolores, y en objetos curiosos no exentos de una extraña belleza, que se aprecia con la simple contemplación. En las cartelas aparece con exceso y repetición: hermoso retrato; preciosa escena; atractivo kakemono…Si hubiera agradecido otro tipo de explicación, con menos detalle de lo que se exhibe – el coeficiente intelectual del visitante lo capta con unas cuantas dosis de observación – y ofrecer algo más de la cultura japonesa.
No obstante lo últimamente mencionado, la muestra permite profundizar en la ancestral cultura japonesa, cinematográficamente reflejada en diversas ocasiones: as armaduras nos recuerdan a “El último samurái” dirigida por Edward Zwick y protagonizada por Tom Cruise; “Memórias de una geisha” de Rob Marshall, basada en la novela de Arthur Golden queda reflejada en las xilografías de Eisen o Eizan, por poner un ejemplo o el “Ran” magistralmente dirigida por Akira Kurowawa se puede captar en el conjunto de la exposición.
PALAU MARTORELL
C/ Ample, 11
Barcelona
https://www.palaumartorell.com/es
