MALLOL SUAZO (1910-1986)
La Sala Parés, decana de las galerías de arte en Europa, cercana a cumplir 150 años presenta a partir del próximo 14 de diciembre una retrospectiva dedicada Josep Mª Mallol Suazo.
Nacido en Barcelona en 1910, nos indica Sebastià Shemtov Jané, marchante de arte, autor del texto que acompaña la muestra: curiosamente el mismo año que el crítico británico Roger Fry describía como posimpresionismo la muestra que se celebraba en París con artistas tan “dispares” como Van Gogh, Cézanne o Gauguin. Artistas heterogéneos en cuanto a técnica, aunque con un objetivo común: ampliar la gama que sus compañeros y antecesores del gran movimiento artístico de la historia, el impresionismo, habían implantado.
Los posimpresionistas dejaron la luz como pretexto en su trabajo. La vida ofrecía muchas más posibilidades, los colores tierra, ocres y, en general, los cálidos. Estos se convirtieron en vehículo de un nuevo diálogo, más terrenal y real que el bucólico mundo plástico que ofrecía el impresionismo. Naturalmente seguían las pautas de Paul Sérusier y su obra magna El Talismán, partitura plástica por excelencia para los pintores revolucionarios.
En Cataluña se imponía con creces la obra de Isidre Nonell, quien moriría el año siguiente (1911), dejando para la historia las palabras del joven Pablo Ruiz Picasso: “Ahora puedo decir que soy el mejor pintor del mundo”.
Los conflictos armados de 1914-1918, la Revolución Bolchevique (1917), nuestra cruenta Guerra Civil (1936-1939) y, más tarde, la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ofrecieron a los artistas, pintores, escultores, escritores, músicos, arquitectos e intelectuales en general, nuevas perspectivas para su visión ética y estética. Estaban obligados a adaptar su lenguaje al panorama que tenían delante. Era lícito añorar el pasado impresionista, pero había llegado el momento de dejar de ser cronistas para convertir su intelectualidad en opinión por descarnada que fuera.
A pesar de las corrientes imperantes y de los acontecimientos históricos reseñados,
Mallol Suazo no se dejó arrastrar por las mismas, manteniéndose fiel siempre a su propio lenguaje realista-poético. Poseía un dominio del dibujo excepcional, lo que le llevó a publicar “ninots” en diferentes revistas como Virolet, L´Esquitx o En Patufet, donde compartía trabajos con su hermano, bajo la atenta mirada de la censura impuesta por el régimen de Franco. Con la firma de “Lollam” – su nombre al revés – cosechó un incipiente prestigio que le permitió comenzar su andadura como pintor. Sus clases en la Llotja, con Fèlix Mestres como profesor de dibujo y Ramon Alsina en pintura, se convirtieron en detonantes definitivos del joven pintor.
En 1943 mostró sus trabajos en forma de dibujo, acuarelas y gouaches en la Sala Rovira de Barcelona. La crítica del momento se sorprendió ante la atmósfera que el joven Josep Mª Mallol Suazo conseguía con sus acuarelas y dibujos en lápiz.
Incluso Josep Mª de Sucre en una crónica afirmaba que la sensualidad de las figuras de Mallol le recordaban a las figuras femeninas de Bouguereau, una afirmación algo exagerada en voz del maestro.
Como puede observarse visitando esta muestra, y en base a lo que indica Sebastià Shemtov Jané, el artista envuelve a sus figuras con su atmósfera sensual, y en unas luces tenues.
Féminas y paisajes potentes, producto de pincelada libre, incluso acciones con la madera del pincel, rascando el lienzo. En las obras de este periodo podemos admirar un juego de veladuras armonioso, en el que toda la pintura vibra, como un “trémulo” de órgano musical. Una obra que transmite una fuerte dosis de ternura y pasión nada forzada, natural, como un diálogo entre el artista y la figura que permanece en silencio.
Las escenas muestran una humanidad que traspasaba las pinturas, impregnando al espectador del misterio que, sin duda, es la “clave” para amar el arte.
SALA PARÉS
C/ Petrixol, 5
BARCELONA