LA NOSTALGIA DE LA ESCUELA ESPAÑOLA DE PARÍS
Situada en el número 349 de la calle Consell de Cent, centro neurálgico del galerismo barcelonés, la Sala Dalmau fue fundada en 1979 por Francesc i Mariana Draper. En un espacio galeristico que recuerda más al Art Nouveau francés que al Modernismo catalán, sus exposiciones se centran en la promoción del arte moderno.
Y en base a esa modernidad, del 28 de mayo al pasado 18 de junio, la galería presento una muestra dedicada a Juan Alcalde (1918-2020), el último de los representantes de la Escuela Española de París, creada tras la Segunda Guerra Mundial como consecuencia del aislamiento de España bajo el franquismo, mientras que la Francia liberada reanuda sus relaciones internacionales. Muchos artistas españoles como Condoy en 1937 o Antoni Clavé en 1939 huyen de la guerra y del conservadurismo, estableciéndose en Francia. Una década más tarde, a finales de los años 1940-50, se crea una comunidad española en París, inspirada en la que a principios del siglo XX establecieron Picasso, Gris, González y Miró.
Esta nueva generación se ve claramente influenciada por las vanguardias históricas y se impone por la originalidad de su producción. Pese a las diferencias de edad y de estéticas, artistas como Palazuelo, Puig, Sempere, José Fin Xavier Valls y Juan Alcalde están unidos por su adhesión al espíritu de las vanguardias internacionales.
En la exposición de Sala Dalmau, el espectador pudo observar una obra, entre la figuración y la abstracción, ésta última dentro de contextos urbanos, plagada de agudeza y sensibilidad. Unas obras en las que, tras una aparente frialdad, se advierte un singular lirismo. Una pintura con una personalidad sin antecedentes en nuestra creación artística y sin influencias miméticas de otros maestros contemporáneos.
La paleta de Alcalde es sobria, sin artificios. Su pincel parte de unos planteamientos postimpresionistas afines a un colorismo fauve, que le permitieron evolucionar hacia una abstracción de trazos no exentos de vehemencia e impulso, permitiéndole unas composiciones de inspiración libre, no exentas de contenido onírico.
En el transcurrir de los años, se comprueba como los cuadros de Juan Alcalde advierte la transformación lógica que el tiempo obliga: “una pintura cada vez más esquemática, más rica en sensaciones líricas donde los elementos presentes son los mínimos posibles”.
Palabras éstas pronunciadas por Manuel Rodríguez Díaz en pequeño libreto dedicado al pintor: “En el estudio de Juan Alcalde”, publicado en 2001, y que junto con otros programas de mano estaban accesibles al visitante. Entre ellos, merece tenerse en cuenta la opinión que sobre el pintor manifestó en su día el prestigioso escritor Camilo José Cela – para muchos el adjetivo precedente al nombre seria innecesario, pero en 2024, demostrado el pésimo sistema educativo español, se hace imprescindible adjetivar – y que permiten una alta comprensión de la obra de este pintor, nacido en Madrid, pero residente durante muchos años en Francia:
“Juan Alcalde es un clásico por encima de las academias y de los convencionales equilibrios de los escritores porque, a solas con su corazón, con su paleta y con su soledad Juan Alcalde sabe pintarnos el mundo de primera mano y con trazo atenazador – y sobrecogedor de la más gracia angélica de todas las inocencias…”.
Una muestra con una producción que no sólo a la contemplación, sino al análisis y reflexión sobre una condición de entender y plasmar, a través de la pintura, un ambiente, un entorno dentro de una forma de expresión artística ya inexistente, no sólo por la desaparición física del pintor, sino por el concepto de entender el arte dentro de unos cánones de nostalgia poética; del estremecimiento indescriptible de la soledad de una ciudad desperezándose, de la desnudez de unas figuras femeninas etéreas y ausentes; de sensaciones vividas en un contexto austero - ser pintor ganándose el sustento con prosaica profesión -, sin que ello fuera una influencia negativa en su obra.
Una aportación pictórica oscilando entre formulaciones figurativas y abstractas, unificándose ambas vertientes en una invariable preeminencia de los elementos plásticos y formales. Sin lugar a dudas, una exposición de melancólico y sutil encanto.
SALA DALMAU
C/ Consell de Cent, 349
Barcelona
https://www.saladalmau.com/
